Leyes sociales justas para afrontar pobreza y precariedad.

La crisis económica mundial sigue creando miseria, aumentando precariedad y exclusión, alimentando en las personas un sentido de frustración e injusticia que «puede llegar a ser fuente de rebelión». Lo denuncia Benedicto XVI, que invoca «una nueva movilización para afrontar, en la justicia y en la solidaridad, todo lo que amenaza al hombre, a la sociedad y su ambiente».

Una movilización en la que  -advierte- los Estados deben hacer su parte, vigilando en especial «que las leyes sociales no aumenten las desigualdades y permitan a cada uno vivir de modo digno».

Hablando a los nuevos embajadores de Etiopía, Malasia, Irlanda, Fiji y Armenia ante la Santa Sede, que le presentaron sus cartas credenciales durante la audiencia del viernes 4 de mayo por la mañana en la sala Clementina, el Papa dio voz al «gran sufrimiento provocado en el mundo por la pobreza y la miseria, tanto materiales como espirituales».

Sufrimiento que afecta sobre todo a las familias, que han de afrontar precariedad y marginación social. Y que es alimentado por la explosión de fenómenos cada vez más dramáticos, como «el éxodo hacia las ciudades, los conflictos armados, las carestías y las pandemias».

A cada nación compete poner en práctica políticas económicas que devuelvan a las personas «el papel de protagonistas sociales» y les permitan «tomar en su mano su propio futuro, para ocupar el lugar que les corresponde en la sociedad».

Experiencias como el microcrédito y las iniciativas para crear mayor equidad demuestran, según el Pontífice, que «es posible armonizar los objetivos económicos con el vínculo social, la gestión democrática y el respeto de la naturaleza».

Teniendo en cuenta también la generalizada «miseria espiritual», que crea consumismo y materialismo, y lleva a los jóvenes «hacia paraísos artificiales que los destruyen». La religión -asegura al respecto Benedicto XVI, «permite reconocer en el otro un hermano en humanidad».

Así contribuye a «edificar una sociedad donde la sobriedad y la fraternidad vividas harán retroceder la miseria, y superarán la indiferencia y el egoísmo, el lucro y el despilfarro, y sobre todo la exclusión».

(L”Osservatore Romano)

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